Las Líneas temporales.
La realidad en la que vivimos no es más que la proyección mental de nuestra consciencia en el plano físico o material. Un proceso cuántico que se sustenta en la coherencia entre pensamiento, palabra y obra. Todo es energía, y nuestro pensamiento proyecta holocuánticamente el universo en el que queremos vivir.
Esa realidad, desde un punto de vista colectivo, se manifiesta como planos poliédricos que forman cuerpos dimensionales, donde la línea temporal atraída por la masa crítica de nuestro consciente colectivo forma el entramado de nuestra realidad.
Parece complejo, pero no lo es. Allí donde se sitúe nuestra atención como colectivo, se creará un entorno físico que contendrá las características y leyes de su proyección de intención, cumpliendo su propósito y manifestando su pensamiento. De este modo, si se nos induce a pensar de determinada manera, nuestros ojos verán aquello delante de sí como si por arte de magia fuera.
El Futuro.
Partiendo de esa premisa se puede predecir el futuro, ya que si conocemos las leyes por las que discurre y se cumple un proceso energético, este tenderá a cumplirse tal y como se predijo en el pasado, partiendo de una probabilidad de cumplimiento de esa ley. Esa probabilidad define en cierto modo el abanico de posibilidades de que se manifieste una situación o evento. Por lo tanto esas líneas temporales alternativas existen por proyección, y forman parte de una realidad cuyos puntos de inflexión o decisiones fundamentales provocan un salto de nuestra consciencia hacia una realidad u otra. Estos cuerpos energéticos temporales quedan impresos como huellas electromagnéticas, cuyo desarrollo dimensional se extiende como espacio recorrido desde un origen, pasado, hasta un espacio por recorrer, futuro, siendo el presente la situación espacial de nuestra esfera de consciencia.
Nuestro pensamiento, por lo tanto, puede viajar tanto hacia atrás, recordando, como hacia adelante, imaginando, siendo realmente nuestra esfera de consciencia la que interactúa con un pasado ya impreso en nuestra huella, o con un futuro alternativo y probable de manifestarse en nuestra ecuación de elección.
El Deseo.
En ese proceso, cuando acometemos una decisión basada en un pensamiento, se produce un punto de inflexión de nuestra realidad, saltando hacia una línea temporal u otra en función de nuestro objetivo como rumbo de un propósito.
Pero he aquí que nuestra decisión se halla condicionada por unos parámetros que intervienen en la decisión. Y la contundencia de su manifestación se verá reforzada por la voluntad que impulsemos en nuestra acción. Esa voluntad obedece a unos criterios, que desatan en nosotros la energía suficiente como para manifestarla, y que diluye o cohesiona la realidad proyectada, en función de nuestra capacidad de mantener el proceso estable dentro de todo su recorrido. Un equilibrio de fuerzas que impida la desestabilización de la proyección y que fuese susceptible de zozobra en el propósito a alcanzar.
Cuando tiramos una piedra hacia un objetivo concreto intervienen varios factores. La distancia al objetivo, la fuerza ejercida, la técnica utilizada y el tamaño, peso y forma del objeto lanzado. La consideración que tengamos hacia esos factores determinará el éxito o fracaso de nuestra acción. Y es ahí cuando interviene la cohesión de nuestros pensamientos.
La atención consciente de un acto conlleva la total advertencia de nuestras acciones, considerando la intención inicial y el propósito final de ellos, y por lo tanto, responsabilizándonos de las consecuencias de estos. Es decir, la coherencia de la acción sólo puede verse manifestada en una acción que conlleve la necesidad inherente y adherida a esa acción, pues sin necesidad, la acción queda diluida y sin propósito. Consciencia. Y es cuando esa realidad queda manifestada bajo los preceptos de una acción que contempla las consecuencias del acto.
Por el contrario, cuando la atención es sustituida por la desatención de los parámetros que definen el propósito de nuestras acciones, la incoherencia fortalece la reacción de un acto que, lejos de la necesidad, atrae indefectiblemente una realidad basada en la improbabilidad de nuestro pensamiento y raíz de todo acto, volviéndose inestable y fruto de un impulso inconsciente, pues el motor de la acción no contemplaba una
atención responsable de aquel, y su manifestación o proyección es susceptible de manipulación externa por elementos que monitorean y controlan los centros de control de nuestro pensamiento. Improbabilidad.
La piedra será arrojada desde la necesidad de alcanzar el objetivo, atendiendo al propósito desde su origen e intención, o desde el deseo de una reacción motivada al azar, que nubla la atención del objetivo a alcanzar, y convirtiendo el proceso en una realidad manejada por agentes externos, moldeando así tu universo desde una proyección remota que altera los parámetros de tu ecuación de elección.
La Agenda.
El experimento en el que vivimos se contempla, desde tiempos inmemoriales, la huella electromagnética de nuestros futuros alternativos, seleccionando e induciendo aquellos que cumplen con las necesidades de los actores que dirigen nuestro subconsciente.
Inclinando el cuenco de la masa crítica del inconsciente colectivo hacia un lado u otro, y colocando el foco de nuestras acciones allí donde sus intereses se lo exigen, se proyectará una realidad acorde a un propósito ajeno y particular que obedece a una siniestra intención inicial de sometimiento y esclavización de la raza humana.
Existe una realidad o línea temporal donde ese propósito es interrumpido y sustituido por una proyección donde los seres que habitamos este planeta vivimos en una realidad justa con nosotros mismos y con nuestros semejantes. Una realidad donde las cadenas opresoras se rompen, y la agenda queda destituida y sin vigor. Un tiempo que está próximo a llegar, y donde la certeza que reside en nuestro pensamiento revelará su proyección desde la atracción de la masa crítica de nuestra mente colectiva.
Aquella que vencerá y será libre, pues “el futuro existe y ya pasó”. Aquella donde como un auténtico fenómeno Tunguska se materializará sobre nuestras cabezas, y arrasará sin compasión a los hijos de las sombras.
¿A qué esperas?
Diamante Tridi
La atención consciente de un acto conlleva la total advertencia de nuestras acciones, considerando la intención inicial y el propósito final de ellos, y por lo tanto, responsabilizándonos de las consecuencias de estos. Es decir, la coherencia de la acción sólo puede verse manifestada en una acción que conlleve la necesidad inherente y adherida a esa acción, pues sin necesidad, la acción queda diluida y sin propósito. Consciencia. Y es cuando esa realidad queda manifestada bajo los preceptos de una acción que contempla las consecuencias del acto.
ResponderEliminar